El maratonista tiene una filosofía de vida sencilla…prepararse como si fuera a ganar, estarse bien temprano en la largada para no fallar, calentar y estirar para afrontar el desafío más grande del día. Correr…mover una pierna detrás de la otra indefinidamente, mirar el horizonte, soñar, sentir el viento y el aire de sus pulmones que entra y sale al ritmo parejo de sus piernas, rodeado de una marea de amigos que van delante, al lado…los que vienen detrás, dominar los pensamientos del no va más y mirar con alegría que llega a la meta y clavar ese tiempo inolvidable. Un tiempo y una meta que además del desafío lo suben a un podio maravilloso. Aún sin tarima y sin público.
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