Nos parieron, nos criaron, nos educaron, nos dieron de comer hasta la madurez, madurez a veces interminable, nos acompañaron en las buenas y en las malas, hemos sido sus preferidos sin ninguna duda, disfrutaron de nuestros despegues en la vida, de mirar y admirar como se extendía la familia, nos cuidaron los críos que hemos traído al mundo, y en cuantos casos la vida y Dios les pusieron una curva interminable que solo ellas pueden verlas rectas. Estoicas, en silencio - muchas veces resignado- guerreras de primera fila saben llevar el timón en temporales en los que otros las han dejado en soledad. Las he visto andar en paz. Paz que solamente da saber que van por la vida de la mejor manera posible, que lo que ellas han construido tiene solvencia. Las madres coraje merecen un pedestal. De propios y extraños. Hoy y todos los días son ejemplo para recordarlas con admirable emoción.
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