La corrupción genera un daño terrible en la sociedad. Cada peso mal habido es un niño sin alimento, una niña sin zapatillas, un padre sin trabajo (hay un 40 % de trabajo informal sin que algún sindicato los defienda) o una familia angustiada o al borde de la miseria. Los corruptos no producen nada y se creen con derecho a autorizar las libertades ajenas. Tienen dinero que no es del esfuerzo propio para sobornar. Las leyes no los alcanzan, los protegen. No rinden cuenta de millones cuando el pueblo debe rendir el centavo. Perdieron la sensibilidad y equivocan el rumbo de sus propias vidas causando mal a miles. Acumulan fortunas que no les pertenecen y que no podrán gastar en su vida que tiene vencimiento. Lo peor no es lo que les pase a ellos, corruptos, sino que condenan y desaniman a la sociedad honesta impidiendo vivir dignamente. "La corrupción no está cerrada en sí misma; va y mata" (Papa Francisco). Con la corrupción todos pagamos.
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