Nuestra ignorancia no lo es tanto por falta de conocimiento como por no querer vernos a nosotros mismos, lo que somos, cual es nuestra relación con los demás, donde nos encontramos en la ruta de la vida y que podemos ser en definitiva con mejor objetividad. En general rechazamos vernos como somos. La falta de ubicación puede hacer ignorante al universitario y sabio a quien no tiene estudio. No querer ver hasta donde van las posibilidades personales y aferrarse sin sentido a la soga gastada crea un ignorante. Hay un mundo de posibilidades en el horizonte de cada uno. Solo hay que caminarlo con fe, afecto, sensibilidad y ubicación. La diferencia entre un ignorante y un sabio solo radica en tener coraje, tomar la curva correcta y viajar por la recta que corresponda. Solo radica en vernos en un espejo de brillo justo.
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