Los instintos del ser humano en perpetuar un modo de vida constituyen un error de visión. No ver ni dimensionar la finitud de la existencia es común. Les ocurre generalmente a los políticos, a los empresarios y por sobre todo a aquellos que tienen una posición de poder y solvencia que les resulta inadmisible perder. Puede asumirse cierta ignorancia en la capacidad de dimensionar el destino porque este es irremediable, inexorable y las más de las veces miserable en estos casos. Hay excepciones que sabiamente modifican su rumbo en el momento correcto. Los beneficios son maravillosos para ellos y por sobre todo para la sociedad que debe padecerlos. Sesuda determinación que todos deberían tomar para un final más solidario y ejemplar.
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