Vengo aquí a decir que nos han robado no solo el dinero, también los sentimientos y ahora la vida de Vicente. Cada vida es una maravilla que debe cuidarse y honrarse. Este amigo al final de ella ha quedado solo contra las brutezas de un sistema insensible y frente a dos custodios asesinos. Queso, aceite y chocolate que llevaba sin pagar generaron una paliza que lo llevó al infarto. Que tristeza la soledad con la que se ha encontrado al final de la vida. Nos hacen sentir vergüenza de la edad y las circunstancias cuando deberían resolver la de cada jubilado con infinita paciencia y justicia. Brutezas de ladrones, ellos. De estos, de aquellos, de los de más atrás, de todos. Que en paz descanses Vicente.
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