En el país hay miles de personas que están ayudando y tutelando a hermanas y hermanos que precisan una mano, un hombro donde apoyarse día a día en la encrucijada que atraviesan sin quererlo ni merecerlo. Personas de buen corazón y exquisita sensibilidad empujando la vida rejodida de quienes precisan. Abruma y emociona despertarse una mañana y encontrarlos en la ruta de la vida. Cristalinos, puros, en una sociedad quebrada en muchos sentidos. Los solidarios son una cachetada al mundo sin necesidades, que nos muestran en cada recta que no se puede dejar a nadie sin su plato de comida ni permitirles que se rindan. Para ellos ayudar es un privilegio porque es un camino que va sencillo y vuelve enorme. Gracias a todos por tan emotivo y fantástico esfuerzo en el día de la solidaridad. Hoy más que nunca en la tragedia que nos toca vivir y sufrir.
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