Hoy un amigo de 91 años, en Mar del Plata, tomó la triste determinación de terminar con su vida. Cuanta tristeza, que conmovedor, que curva tan escabrosa que no ha podido doblar con hidalguía culpa de un sistema que nos ha robado el dinero que nos corresponde, nos ha defraudado al final del camino, que abandona miserablemente y arrumba a lo bruto a cuanto viejo cruza considerando que es un gasto. No vengo aquí a pedir que se iluminen porque no habría pila que alcance. Vengo a recordar que toda vida es una maravilla que debe cuidarse y honrarse. Y esto no ocurre con nosotros, jubilados estafados de dinero y sentimiento al filo del colapso y de la vida. Miren sus manos por favor. Verán que no están limpias. Pongan la mano en el corazón. Verán que no late.
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