Somos…nada. Nos sentimos…todo. Venimos al mundo desnudos y nos vamos de igual forma. En el medio somos capaces de luchar como si permaneceremos por siempre. Nos convencemos de nuestra dimensión grandiosa pero que en la práctica se reduce a nada. Creemos, estamos convencidos, de tener el hilo conductor pero la mano está vacía. Miramos todo desde un pedestal que no existe. La historia muestra como nos vamos y como vienen los nuevos. Lo único que cambia de mano es lo material, que aquí se queda. Nuestros hijos quisieran nuestras manos limpias. No llenas. Esto sí podemos tratar de hacer para dejar tranquilo nuestro espíritu y el de ellos: dejar ejemplo. Nuestro mejor aporte. Nuestra mejor herencia. Veamos ahora como podemos hacer para cambiar nuestros pensamientos y actitudes y que las orientemos, sin soberbia ni grandezas, en mejor sentido.
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