viernes, 13 de septiembre de 2013

"La Cieguita".


LA CIEGUITA.

Puede parecernos irrelevante el cuento de una pajarita ciega. Pero resulta una historia tan triste y una parábola tan válida, ahora que  murió, que vale la pena contarla y leerla.

La cieguita estaba en uno de los tres huevitos que tenían Papá y Mamá canaria. No sé por qué misterios de la vida, de los tantos que la ciencia no nos puede aún explicar, Mamá canaria sacaba con su piquito el huevito de La Cieguita y lo echaba fuera del nido, en una estrepitosa caída libre para el tamaño del huevo que muy bien podría haberse roto.

Sin embargo el huevito no se rompía. Nuestra Nona, atenta observadora de sus pajaritos, levantaba el huevito y lo volvía a su nidito.

Mamá canaria, muy obstinada, volvía a echarlo fuera. La Nona, que también tiene su carácter, lo volvía a subir.
Al fin ganó la Nona. El huevito, parece, tuvo entidad suficiente para quedarse en su nidito, y finalmente Mamá canaria lo acunó junto a sus otros dos futuros hermanitos.

Pero Mamá canaria, que no fue a la escuela primaria, sabía algo que la Nona, que ha sido una destacada docente y Directora, no sabía. Todo un misterio para la Nona y todos nosotros.
Una hermosa mañana  Mamá y Papá canario cantaron a todo pulmón el nacimiento de sus tres pichoncitos.

Otra vez la lucha de Mamá canaria y la Nona. La Mamá que tiraba la pichoncita afuera del nido y la Nona que la subía. Sin embargo otra vez ganó la Nona  aunque esta vez le costó más esfuerzo.

Pero ganó a medias porque Mamá canaria la atendía mal a su pichoncita y muy bien a los otros dos atorrantones. Sin embargo la Nona ayudaba porque no es de las que se dan por vencidas. Así que una vez o dos por día le daba de comer a la pichoncita que poco a poco fue creciendo entre la ayuda de la Nona y la indiferencia de la Mamá canaria.

El verano se acercaba. Comenzaron los pichoncitos a salir de su nidito, a saltar por el piso de la jaula, por los palitos y a darse cuenta que encerrados cómo estaban las alitas no les servían de mucho. Sí, les daban equilibrio pero nada más.

Sin embargo la pichoncita no salía. La Nona, siempre atenta a su pichoncita, y mucho más que Mamá canaria, desenredó sus dudas y la ignorancia que, desde el huevito, no tenía Mamá canaria : la pichoncita era ciega.

Así, todos muy tristes por el acontecimiento que descubrió la Nona, pero contentos al fin que la pichoncita vivía, nos tomamos el tiempo necesario para darle un nombre. Y le quedó -y ella no nos dijo nada al respecto ni tampoco se ofendió- La Cieguita.
Sirvió La Cieguita y la actitud de Mamá Canaria para que discutiéramos entre todos del cómo Mamá Canaria -ya en el huevito- sabía que su pichoncita era cieguita, y del porqué Mamá Canaria y Papá Canario habían decidido que no debía nacer. Por supuesto no llegamos a ninguna conclusión y menos a ponernos de acuerdo. En lo que todos coincidimos es en la sabiduría de Mamá Canaria que era mayor que la nuestra y en la tristeza de que La Cieguita era cieguita.

La Nona separó a Mamá, Papá y sus pichoncitos, y dejó -ya que nunca la habían querido- a La Cieguita en una jaula solita.
Así La Cieguita, que nunca supo porque no le contamos que sus papas no la querían, creció feliz y contenta, con casa y comida para ella sola.

Increíblemente no le costó mucho trabajo saber donde estaba cada cosa en su jaulita. Ella sabía donde estaba el agua, donde estaban los granitos, donde le ponía La Nona la lechuguita o la manzana, donde estaba el palito al que pocas veces subía, no por vértigo porque de alturas no conocía, sino porque a ella le gustaba la tablita. Era más segura porque sabía por donde caminaba. Porque La Nona le había puesto una tablita para que no caminara tanto por los alambres del piso.

Suponemos que no vivía muy triste porque cada tanto algo nos chiflaba. Además escuchaba en las otras jaulas a su familia que a esta altura ya no recordaban más el incidente y creemos la aceptaron a la distancia.

Le causaba mucha alegría que Fede, o alguno de nosotros y por supuesto La Nona la llevaran a pasear por el mundo agarradita del dedo. Era una reina porque los otros esas cosas no las podían hacer. Ella, muy respetuosa, no se soltaba -porque, pobrecita no hubiera sabido a donde ir- hasta que la volvíamos a su casita.

Cuantas veces le hablamos ... Era casi una obligación pasar por su jaulita y hablar un poco con ella. Le decíamos lo hermosa que era, que plumaje brilloso tenía, que solita que estaba pero que nosotros la queríamos mucho... En fin, tantas cosas, unos y otros, mientras ella movía su cogotito y su cabecita para un lado y otro, hacia arriba y hacia abajo, cómo orgullosa de tanto elogio. Picoteaba algún granito como invitándonos a compartir su mesa, y, siempre algo nos chiflaba. Porque para cantar no era muy buena. O quizá cantaba para ella sola y nosotros no la escuchábamos.

Nunca tuvo novio lo que por cierto lamentamos en algún sentido. No tuvo novio porque transitamos por un camino intermedio de las cosas de la vida que sabemos, que suponemos justas, y las que no sabemos nosotros y sabía Mamá Canaria. Preferimos que La Cieguita fuera feliz viviendo, y a su manera, y cómo a tantos, algo le falta en la vida. Porque en genética, por más que algo sabemos, no está todo dicho y ya bastante tristeza nos causaba La Cieguita para agrandar la familia. Porque aunque vieran, no sabíamos si ella podría ocuparse de ellos. Y aunque todos sabíamos que lo iba a hacer mejor que su Mamá Canaria preferimos dejar las cosas así. Quizá nos equivocamos y deberíamos haberle presentado un novio. Pero hoy, al fin, es tarde. Porque cómo verán toda vida tiene un comienzo, un transcurrir y un final.

Yo estuve con La Cieguita el domingo. Nunca imaginé que era la última vez que la veía. Pero así fue. Estaba tan contenta como siempre ... Charlamos de pocas cosas porque yo estaba apurado. Pero prometí volver a verla uno de éstos días.

Ayer, me contaron porque yo no estaba, La Nona sacó a pasear la reina por sus dominios. La sacó a pasear porque La Cieguita se lo pidió. Y La Nona sí que la entendía a su pichoncita !
No supo La Nona porqué tanta insistencia, pero aunque La Nona cómo vieron es obstinada tiene un corazón de oro. Y La Nona la subió a su dedito y a pasear por la galería.

Sin embargo, La Cieguita, con una inquietud que La Nona no comprendía, poco duró en el dedito. De pronto voló ... ! Si, voló ! Voló alto, tan alto cómo era la galería. Llegó al techo, golpeó su cuerpito, porque no sabía que había llegado tan alto y bajó. Volaba ... volaba, pero se caía. Y llegó al suelo. Pero al suelo llegó creemos que muerta.

La Nona la sopló, la abanicó. Pensó que se había desmayado. Pero no. La Cieguita voló y murió.
Más de una lágrima se nos cayó a todos. Había sido su deseo final el volar? Algo que le fue prohibido por nosotros y su visión quiso hacerlo antes de morir ? Fue el vuelo final de su lucha por la vida y la esperanza ? Creyó que tenía que ir al Cielo volando ? Porque creemos que sabía que moría. Y antes de hacerlo le pidió a La Nona que la dejara ir por la vida, por el aire, que la dejara morir en libertad.

Adiós Cieguita. No te olvidaremos campeona.
Juanca.



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